III. Ventanas de la ciudad
Ahora, si lo prefiere, puede quedarse quieto y mirar lo que pasa a su alrededor desde el balcón. Es Ud. muy astuto y, llegado el momento, tampoco titubee en asomarse por la ventana de la oficina mientras su jefe esté fuera. Le hará bien a su ánimo un poco de aire.
Lo mismo puede hacer mientras viaja en el transporte público, o en su coche bajo la luz roja del semáforo. Simplemente contemple. Sin siquiera acordarse de que está aprendiendo a escribir haiku urbano. Simplemente atestigüe.
afuera llueve
todos los pasajeros
guardan silencio

Zeta
No tardará en descubrir que es muy útil para componer haiku saber enmarcar lo que Ud. quiere decir; saber mencionar lo necesario para callar el resto. Para lograrlo, asimile las ventanas de su casa. Note cómo sólo insinúan un poco de todo lo que ocurre afuera y lo demás lo dejan a su interpretación.
El haiku urbano actúa en ese mismo nivel de percepción: menciona una fracción de la ciudad e insinúa el resto para que el lector lo descubra a su manera. Por ello, si lo que intenta expresar no cabe por esta ventana, reflexione si en verdad se trata de haiku.
casi las seis
otra antena repleta
de golondrinas

Jorge Braulio
Israel López Balan