I. Primeros pasos
Antes que todo, pregúntese a Ud. mismo: "¿Qué hago parado junto a este semáforo en plena lluvia?"
Si su respuesta es parecida a: “Esperando a que algún haiku urbano se me atraviese”, entonces, lamento decirle que será mejor que tome sus cosas y vuelva a casa. Ud. está perdiendo el tiempo, además de que corre el riesgo de contraer un fuerte resfriado.
lluvia de abril
friega ropa en la azotea
llena de canas

Aníbal Figueroa
En cambio, si su respuesta es próxima a: "He salido a dar un paseo bajo la lluvia", Ud. ha comenzado a componer haiku urbano con el pie derecho. Felicidades y espero que no haya olvidado ponerse su gabardina preferida.
sigue lloviendo
el teléfono suena
nadie contesta

Zeta
Se estima que algo más de la mitad de la población del planeta habita en grandes ciudades. Sí, tres mil millones de personas -que serán cuatro mil en una década- viviendo en ciudades. ¿Puede Ud. creerlo?
No lo dude, pues seguramente ya habrá notado que llegar a su trabajo le lleva más tiempo, o que las compras navideñas y de temporada (según sea el caso) son cada vez más tumultuosas. Ni qué decir sobre el tiempo insuficiente de luz verde de los semáforos.
asfalto seco
a la sombra de un coche
se arrima un perro

José Alberto Piña Cabrera
Las ciudades de hoy en día no son solo puntos de encuentro para cientos de miles de personas que, como Ud., encuentran en ellas lo necesario para vivir. También son grandes espejos que reflejan lo que sentimos y lo que somos mientras realizamos actividades tan cotidianas como: ir a por los niños al colegio, visitar el supermercado, esperar la llegada del bus, etc.
Con todo lo anterior, se podría decir que las ciudades se han convertido en nuestras fieles compañeras de toda la vida. ¿Lo había notado?
Tarde en el parque.
Hay un anciano solo
en cada banco.

Sr. González
A partir de ello, le voy a revelar un secreto que espero que le interese porque puede cambiarle su forma de ver el lugar en donde habita:
Todo, absolutamente todo en la ciudad, esconde un haiku.
Cómo, ¿que ya lo sabía...?
Bueno, de todas maneras, eso es sólo la mitad del secreto que le quiero compartir. La otra mitad consiste en que el haiku, de tan evidente, se vuelve invisible.
Así es, y por favor no me diga que también ya lo sabía...
cesa la lluvia
todavía en la esquina
la mujer pública

Camila
Israel López Balan