Desde hace siete años, el departamento de Historia del Arte de la Universidad de Zaragoza viene celebrando la Semana Cultural Japonesa, jornada cultural que empezó como una pequeña serie de conferencias sobre el arte de Extremo Oriente y que se ha ido transformando en una cita obligada para los aficionados zaragozanos a la cultura japonesa. A las conferencias se fueron sumando proyecciones de cine, conciertos, actuaciones, exposiciones... y talleres de arte. Tal es así que para la séptima Semana Cultural Japonesa (del 7 al 11 de mayo), los organizadores de la misma, Elena Barlés y David Almazán, me ofrecieron la posibilidad de impartir un taller de literatura basado en el haiku japonés, ofrecimiento que acepté de inmediato con toda mi gratitud.
El taller tuvo lugar el viernes día 11, impartiéndose por la tarde y por la mañana. Nuestra idea era la de dividir la sesión en dos partes: en la primera se explicaría a grandes rasgos qué es un haiku y cómo se escribe en general; la segunda, y más interesante, consistiría en la elaboración de haikus por parte de los asistentes al taller a partir de una fotografía.
Nada más llegar por la mañana nos apresuramos a instalar la presentación powerpoint que proyectamos para facilitar la comprensión de las explicaciones sobre el haiku. Tuvimos suerte y el ordenador no nos dio ningún disgusto. Elena trajo un ikebana precioso para adornar la mesa del aula y yo aproveché para disponer a su alrededor los libritos de haiku español en edición artesanal que había traído para "abrir el apetito" a los haijines primerizos. En cuanto se llenó el aula, pues hubo lleno tanto por la mañana como por la tarde, repartimos un dossier con traducciones, haigas impresas, algunos consejos y otras cosas sugerentes y dimos comienzo al taller.
Les explico de qué está formado un haiku, cuales son los temas habituales del haiku clásico, cómo huye de la metáfora, el tratamiento que le dieron los cuatro grandes maestros..., cualquier cosa que sea básica y orientativa. Me callo lo antes posible, pues se trata de un taller, no de una conferencia, y procedemos a participar todos con este haiku de Fructuoso Soriano tomado de su Diario de un holgazán:
Hojas caídas
sobre la hierba
Danza quieta
El ejercicio consiste en nombrar todo lo que nos sugiere el poema pero no está en él. La pizarra acaba llena con otoño, muerte, viento, árbol, silencio, amarillo, ocre, verde, parque, crujido, melancolía, soledad, paz... y más palabras deliciosamente concretas con las que aportamos los matices que cada uno ha sentido al "ver" el mismo haiku. Nos queda claro que la pequeña extensión del haiku es sólo aparente.
El siguiente ejercicio consiste en identificar los "errores" contenidos en una serie de haikus que proyectamos a propósito. Autores como Santôka o Tablada abren un pequeño debate sobre qué es imprescindible en un haiku para que sepa a haiku. Dejamos claro que la medida, el tono o los temas permiten una libertad mucho mayor de lo que parecía en un principio.
Hacemos un descanso de unos minutos e invito a la gente a que tomen los libritos que he traído y los lean, los abran, los toquen... Se trata de ediciones artesanales, de cuidada maquetación, hechas todas en España (la Colección Haiku de Abel Feu o el número 11 de la revista Salamandria).
Tras el descanso llega por fin el verdadero momento de la poesía. Proyectamos una imagen del mar y nos ponemos a escribir. La práctica totalidad de los asistentes no había oído hablar de los haikus o apenas había leído un par. Nadie lo diría tras leer muchos de los poemas que compusieron, llenos de un intenso afán por acercarse al haiku todo lo posible:


Tarde que cae.
Un barco en el mar
desaparece.


Estela de sol.
Estela de barca
se borra en el mar.


Regresa el pescador
al ocaso.
Brillan los peces en la red.


Olor del mar.
Una suave brisa
trae la tarde.


El mar en calma.
Suave brisa
mece la barca.


Cae la noche.
La gaviota se ha posado
sobre el sombrero.


Agua
En la piel salada
Calor


El sol ilumina las nubes
Un barco se aleja


Luz del ocaso
Olas en calma
Paz en la mente

En general los nuevos haijines participantes en el taller dijeron haber disfrutado con el mismo. La profunda atención con la que permanecieron durante las más de dos horas que duró lo certifica, así como sus notables haikus. Esperemos que el año que viene podamos repetir la experiencia, a la cual estará invitado todo el que pase por Zaragoza.
Félix Alcántara Llarenas - Junio, 2007