VII. En el desierto
En el desierto las piedras hablan. No importa que sus preguntas desaparezcan por el viento o la extremada quietud del horizonte.
Rodeado por dunas, vivía extasiado ante la luz del alba. Las nubes depositaban las más bellas ofrendas en las frías aguas de mi cuerpo. Llegué a poblar palabras con antiguos acertijos y supe que el deleite consistía en desear el error y juntar las voces de la noche para contemplar un nuevo rostro limpio entre las rendijas o presenciar la borrosa presencia del mar. Algo extraño presentí cuando de pronto apareció una vaga sensación en mi piel.
Ahí nació el poema.
Lo escrito en el papel
lo lee ahora
el agua mansa
Alfonso Cisneros Cox